miércoles, 16 de febrero de 2011

2011



      Llegaste a hurtadillas
      silbando por detrás de los pinares
      acompañado de nubes de gaviotas
      y de patos emigrantes.

      Acariciaste las olas y las dunas
      con tu olor fresco de poniente
      y despertaste a los cangrejos
      que comenzaban la mañana laboriosa.

      El mar se rizó a contrapelo
      y se hizo fresco y trasparente
      como una piscina de fondos arenosos
      que deja al descubierto
      tus secretos y tus íntimos volcanes
      en donde respiran tus navajas.

      Bandadas de pececillos
      zigzaguean al unísono
      entre tus entrañas trasparentes
      y el sol comienza a mandar sus rayos
      a través de tus rizados espejos
      que amortiguan sus calores.

      Es el viento de poniente:
      una voz suave y de puntillas
      que recuerda secretos y promesas
      de caracolas perdidas
      en algún lugar de la alborada

Luis E. Prieto

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